viernes, 3 de abril de 2015

Identiad Etaria

Se refiere a la forma en que actúan y se identifican los grupos humanos que se encuentran en una misma categoría de edades. Dentro de las comunidades, se encuentran los siguientes

grupos etarios:

  • Niños y niñas en edades entre los 0 a los 5 años; por lo general, se mantiene e el núcleo familiar al cuidado de la madre, el padre, hermanas o hermanos mayores, otros familiares o el servicio domestico. Algunos son trasladados a los centros de atención integral de la niñez o jardines infantiles, con el objetivo de que reciban los primeros pasos de estimulación educativa mientras sus progenitores trabajan.
  • Grupo escolar: entre los 5 a los 12 años; en su mayoría asisten a la escuela pero, lamentablemente, por situaciones económicas, algunos abandonan sus estudios para trabajar.
  • Grupo colegial; entre los 13 a los 20 años. Dentro de este grupo surgen relaciones de amistad, amor y apego a las practicas culturales. Por lo general, en esta etapa se construye la conducta social futura; es decir, para la vida adulta.
  • Grupo adulto; entre los 20 y 65 años. En este grupo es muy diverso y se diferencia de los demás por sus deseos y exceptivas sociales, económicas y profesionales.
  • Mayores de 65 años. Inyectan sabiduría y promueven el desarrollo de las actividades enfocadas hacia el alcance de una mejor calidad de vida.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Ya he adelantado la validez de los tres grandes grupos de edad, pero tomando como umbrales los 20 años para entrar en la edad adulta, y los 60 para la edad de la vejez, pero entiendo que en cada uno de ellos es preciso establecer subgrupos, con sus umbrales, con la finalidad de analizar con mayor rigor la estructura por edad de la población. Hasta el momento se han realizado clasificaciones del grupo de los adultos más o menos convencionales, atendiendo a factores laborales e incluso biológicos, de modo que en muchas ocasiones se habla de adultos jóvenes (entre los 20 y los 35-40) y adultos medios y maduros. Con el grupo de las personas mayores, sobre todo a partir del momento en que la esperanza de vida se incrementó sobremanera a todas las edades, se introdujo una primera diferencia entre los denominados a veces como viejos jóvenes (de 60 a 75-80 años de edad) y los viejos mayores o viejos-viejos (por encima de ese umbral), lo que plantea un problema también de denominación. Pretendo establecer subgrupos integrando variables biológicas, médicas, educativas, psicológicas, sociológicas, económico-laborales, de género, hasta llegar a subgrupos con umbrales que puedan tener validez demográfica.
El grupo de los jóvenes: el desarrollo del futuro y el pilar de la estructura por edad

Comprende el intervalo de los 0 años de vida hasta los 19, en que en promedio se conviene que finaliza la adolescencia y se inicia la adultez, en su fase de jóvenes adultos. Algunos psicólogos definen esta etapa como la de desarrollo, en casi todos sus ámbitos, desde la emocional y su relación con el entorno familiar, hasta la estrictamente fisiológica y la intelectual. Resulta extremadamente complejo concretar este gran grupo desde la perspectiva demográfica porque engloba edades muy dispares que van desde el nacimiento (con lo relevante que es este acontecimiento, cuyo flujo marca la formación de una generación que se verá afectada a lo largo de su línea de vida por todos los hechos demográficos), y cuyo primer año de vida, los 0 años cumplidos, se halla expuesto, sobre todo en las sociedades no desarrolladas, a las agresiones del medio en forma de enfermedades exógenas, que determinan un elevada tasa de mortalidad infantil, por encima de 100 e incluso 200 por mil nacidos vivos. Tradicionalmente, en demografía y geografía de la población, hasta los 4 años cumplidos se ha englobado lo que se conoce como infancia, una cohorte que indica las condiciones sociodemográficas y económicas del momento, aunque desde la perspectiva de la psicología del desarrollo los 0 años es la fase del bebé y de la lactancia y hasta lo 5 años la relación del niño pasa de la madre primero, a la del padre después, y desde lo 2 ó 3 años al entorno familiar básico, y a partir de esta edad hasta los 5, en los países desarrollados, se inicia la fase preescolar, primer gran hecho sociodemográfico que determinará el futuro de la generación y cohorte. Supone la integración del niño en el sistema educativo, y por consiguiente, en la red que le permitirá una formación más o menos integral capacitándole para hacer frente a los principales retos de la línea de vida y de su convivencia en sociedad, tanto sanitarias como culturales y laborales.

A partir de los 5 ó 6 años  el niño, al menos en los países desarrollados o en vías de desarrollo, se integra en el sistema educativo, de tal manera que para algunos psicólogos, como E. H. Eriksson (1968), se manifiesta una nueva fase, que llega aproximadamente hasta los 12-14 años, de plena escolaridad potencial, que convencionalmente se denomina pubertad o para otros, como Grace D. Craig ( 2001), niñez media, considerada como la entrada a la adolescencia o, para otros autores, su primera etapa; fase que resulta esencial desde de la perspectiva demográfica porque en su transcurso la glándula pituitaria envía un mensaje a las glándulas sexuales, que empiezan a segregar hormonas, debido a la interacción de los genes, la salud del individuo, la alimentación, el ejercicio físico y el ambiente, cuya influencia climática está por determinar. La pubertad se representa como respuesta a los cambios en el sistema hormonal del organismo, que se activan ante una señal psicológica. La respuesta en una niña es que en los ovarios se empiezan a producir una gran cantidad de hormonas femeninas llamadas estrógenos, y en el niño los testículos comienzan la producción de los denominados andrógenos. Desde una edad indeterminada, pero que se puede situar hacia los 7 años, los niveles de estas hormonas sexuales comienzan a aumentar, poniendo en movimiento los factores que identifican la pubertad, cuyo resultado, entre los 10 y 13 años aproximadamente, es la obtención de la madurez sexual en varones y mujeres, con la aparición en éstas de la menarquia, inicio de la fertilidad o potencialidad de procreación, que se puede retrasar hasta los 14 ó 15 años, en la fase de la denominada pubertad tardía. Es por ello que en demografía la edad fértil de la mujer se sitúe convencionalmente entre los 15 y 49 años de edad, considerándose por lo demás que en las sociedades desarrolladas y potencialmente en la humanidad en general el embarazo y eventualmente la maternidad antes de los 20 años se conciba como precoz y no deseada, pues en la realidad se entiende como fecundidad en edad adolescente o juvenil, porque potenciales peligros fisiológicos y de salud al margen, la edad tan temprana arriesga su plena e integral formación, desde la perspectiva emocional, intelectual  y educativa.

La adolescencia propiamente dicha se inicia tras la pubertad, entre el 12 y el 14 aniversario, respectivamente para el sexo femenino y el masculino en la consideración de ciertos autores, con lo que se introduce uno de los primeros rasgos de género de interés geodemográfico, y finaliza en torno a los 19-20 años, fase en la que se producen cambios en lo biológico, sexual, social y psicológico, tanto en lo emocional como en lo intelectual, de modo que para algunos autores la mayor capacidad intelectual se alcanza en torno a los 20 años. La escolaridad obligatoria finaliza habitualmente en lo que se considera la adolescencia media, entre los 15 y 16 años, edad a partir de la cual se puede producir la entrada en el mercado de trabajo (las tasas de actividad son muy bajas antes de los 20 años, al menos en los países más desarrollados, como se puede apreciar en la Figura 2), aunque a efectos penales y electorales, la mayoría de edad se alcanza en promedio, en casi todos los países, a los 18 años, en lo que constituye para algunos psicólogos del desarrollo, la adolescencia tardía, que se prolonga desde el 17 aniversario hasta los 20 años de edad (Grace D. Craig, 2001), coincidiendo con la fase juvenil plena, en que se inicia el de desarrollo de capacidades propias.
Hoy en los países desarrollados hay una tendencia creciente al incremento de la formación educativa, cultural y laboral a partir de los 16 ó 17 años, realizando módulos de formación profesional y cursos de adaptación al mercado de trabajo, o incorporándose a la Universidad para realizar titulaciones superiores, de tal modo que se ha prolongado la edad en el sistema educativo, tanto en el sexo femenino como masculino, lo que conlleva un retraso, primero, en la entrada en la actividad económica, después en el abandono del núcleo familiar, y por último en la edad de entrada en pareja, lo que va aparejado a una edad más  tardía de la paternidad y sobre todo de la primera maternidad.